jueves, 16 de junio de 2016

EL SENTIDO DEL VIAJE EN UN MUNDO HIPERCONECTADO

El Aula de Filosofía Práctica de La Térmica, abrió el pasado 5 de mayo un debate sobre el sentido del viaje en un mundo hiperconectado. La facilidad con la que hoy en día nos desplazamos por el planeta ha cambiado la manera de viajar. ¿Sigue siendo el viaje una oportunidad de profundizar nuestra vivencia del mundo o es una simple experiencia de traslado? ¿Viajamos para conocer y ampliar nuestros horizontes o para acumular recuerdos y anotar otro país en nuestra lista de países visitados? ¿El turista llega a conocer lo que visita o visita lo que cree que ya conoce por la televisión? ¿Quién decide "lo que hay que ver"?

 Para reflexionar sobre todas estas cuestiones, el coordinador del Aula, el profesor Manuel Arias Maldonado, dividió la sesión en dos partes: una primera, Del viajero al turista, a cargo de la escritora y viajera Patricia Almárcegui y el profesor de filosofía Luis Sáez Rueda; y una segunda, Interludio: el viaje a pie, en la que el protagonismo recayó sobre Nacho Dean, un malagueño que ha dedicado los últimos tres años de su vida a dar la vuelta al mundo a pie.
 Esta entrada se va a centrar en el primer encuentro, Del viajero al turista, dejando para otro artículo la entrevista que le hizo el profesor Juan Manuel Ayllón a Nacho Dean.

 Antes de mostrarles el vídeo que grabé de la charla y que reproduzco aquí con el permiso de los ponentes, quisiera presentar de manera breve a los mismos:

Patricia Almarcegui, Manuel Arias y Luis Sáez Rueda en el Aula de Filosofía Práctica de La Térmica
Málaga 2016 (Fotografía: Pedro Delgado)

Patricia Almarcegui es profesora universitaria de Literatura Comparada y escritora. Entre sus obras se encuentran Ali Bey y los viajeros europeos a Oriente (Ed. Bellaterra, 2007), El pintor y la viajera (Ediciones B, 2011), El sentido del viaje (Accésit en el Premio Fray Luis de León de Ensayo, 2014) y Escuchar Irán (Newcastle, 2016).

Luis Sáez Rueda es profesor universitario de Filosofía en la Universidad de Granada. Doctor en la materia, es autor de Ser errático. Una ontología crítica de la sociedad, El conflicto entre continentales y analíticos. Dos tradiciones filosóficas y Movimientos filosóficos actuales.


Introducción y presentación

Primera intervención de Patricia Almarcegui

Primera intervención de Luis Sáez Rueda

Debate entre los ponentes

Turno de preguntas

 Por cierta timidez no quise intervenir en el coloquio que se abrió con el público al final del acto, y también porque consideré que el protagonismo debían tenerlo los ponentes.

 Sobre la dicotomía turista-viajero que ahí se habló, quiero sacar a colación la opinión de dos grandes escritores y viajeros. La primera la tengo subrayada en una manoseada edición de bolsillo de El Cielo Protector. En ella, el estadounidense Paul Bowles nos dice en la voz del narrador que la diferencia entre uno y otro reside, en parte, en el tiempo.
Mientras el turista se apresura por lo general a regresar a su casa al cabo de algunos meses o semanas, el viajero, que no pertenece más a un lugar que al siguiente, se desplaza con lentitud durante años de un punto a otro de la tierra.
 La segunda me la recordó mi hermano Marcial el otro día, cuando me reenvió un tuit de la editorial Acantilado. Venía acompañado de una fotografía: la página de un libro en la que se podían leer unos párrafos de Viajar o "ser viajado", un artículo que Stefan Zweig escribió en 1926. Y si Paul Bowles nos ha puesto el listón demasiado alto, el austrohúngaro nos lo baja, mostrándonos que ser un viajero, en lugar de un turista, está al alcance de cualquiera.
[...] Cuando viajamos, no lo hacemos sólo para buscar la lejanía sino también para abandonar lo propio, el mundo doméstico cotidiano y metódico, para disfrutar del no estar en casa y, por ello también, del no ser uno mismo. Deseamos interrumpir el simple ir viviendo por medio de vivencias. Pero aquellos que prefieren que los lleven de viaje sólo llegan a conocer lo novedoso de forma superficial, sin penetrar en su interior; se pierden irremediablemente todo lo peculiar y propio de un país al dejar que sus pasos sean conducidos por un guía y no por el verdadero dios del viajero: el azar. Estos ingleses y norteamericanos que se desplazan en autocares no salen en realidad de Inglaterra ni de Norteamérica, no oyen la lengua extranjera, no perciben (por falta de contacto) la singularidad, las costumbres del lugar. Ven lo que merece ser visto, cierto, pero en veinte descargas diarias; todos juntos presencian idénticas atracciones turísticas, todos tienen exactamente las mismas vivencias y en mayor medida, si cabe, al venir las explicaciones de la misma persona. Y nadie las vive a fondo, porque se acercan a los valores y a los mundos seleccionados en compañía, conversando y charlando, sin contemplar nunca a solas lo novedoso, sin absorber con devoción y en solitario las maravillas que se les ofrecen; [...]

La eternidad de un día en la librería Proteo
Fotografía: Pedro Delgado

 Como ven, no es difícil. Basta con dejarse guiar por el azar. Para ello prueben a viajar en solitario o, en su defecto, en pareja; ligeros de equipaje; desplazándose en medios de transporte locales; sin un itinerario cerrado; sin saber de antemano qué van a hacer cada día ni dónde van a dormir cada noche; sin rehuir el contacto con la gente y sus modos de vida. Y, por supuesto, lleven libros en la mochila, lecturas que les permitan conocer y comprender mejor el país o la zona que visitan.

 Tras el acto pude hacerle un par de preguntas a Patricia sobre sus viajes a Irán, pues he decidido viajar allí este verano. Ella acaba de publicar Escuchar Irán (Newcastle Ediciones, 2016), un libro que adquirí al día siguiente y que espero me dedique la próxima vez que nos veamos. Y sí, seguiré su consejo y, aunque estén criando malvas, visitaré a los poetas.

Interior de la Mezquita Masjed e Nasir ol Molk en Shiraz, Irán (Fotografía: AltaïrMagazine)

 Por eso de las casualidades, o por esas sincronías de las que me habló una vez Lourdes Prat, me topé anoche de nuevo con Patricia, esta vez en forma de prólogo, el que le ha escrito a El camino cruel: el viaje en coche desde Suiza a Afganistán, en los albores de la II Guerra Mundial, de Ella Maillart y ese ángel caído que fue Annemarie Schwarzenbach.

Nota: El texto de El cielo protector, de Paul Bowles, pertenece a la edición de 1992 de la editorial Alfaguara, con traducción de Aurora Bernárdez, y el texto de Stefan Zweig pertenece a La eternidad de un día. Clásicos del periodismo literario alemán (1823-1934), editado por Acantilado con traducción de Francisco Uzcanga Meinecke.

2 comentarios:

  1. Gracias por devolvernos en imagen y palabras la sesión de Málaga. Y enhorabuena por tu blog, que no conocía. Buenos viajes y escrituras.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias a ti, Patricia. Y espero que coincidamos en otra.
      Un saludo.

      Eliminar