domingo, 22 de mayo de 2016

LOS INDÓMITOS DE LA MONTAÑA



Cuando entró mi guía y colgó de un gancho el rollo de cuerda, todas las miradas se volvieron hacia él y yo me sentí envidiado. La cuerda significaba vértigo, abismo, no sé cuántas cosas más, prohibidas y fascinantes.

En marzo me llevé de viaje a los Pirineos Los indómitos de la montaña, pues hay libros que se disfrutan más si se leen en su ambiente. Iba de profesor acompañante del Viaje de estudios del instituto, una semana de esquí en Port-Ainé, y entre pista y pista, rodeado de montañas y con la visión de la Pica de Estats en el horizonte cuando las nubes volaban altas, leí esta recopilación de artículos y relatos del italiano Dino Buzzati que acaba de publicar Gallo Nero, un libro que se abre con un prólogo cuyas líneas iniciales son toda una declaración de amor a la montaña.
Recuerdo la mañana de un lejanísimo septiembre, cuando por primera vez tomé contacto con los famosos Dolomitas. Yo tenía quince años y la montaña se me había metido ya muy dentro, casi como un amor obsesivo.

Pedro Delgado en Port Ainé, Pirineos 2016

 El 27 de febrero había sido mi cumpleaños, y aún viajaba "bajo los efectos del shock de cumplir 50 años". Quizás por eso, las siguientes líneas tuvieron un sentido especial, como si Buzzati las hubiese escrito ex profeso para mí.
 Todo el que lleve un tiempo practicando el alpinismo se habrá percatado de un fenómeno cuando menos curioso y, a primera vista, decididamente absurdo: aunque a cierta edad la energía se agota y el arrojo entra en declive, con el paso de los años consigue uno realizar ascensos cada vez más difíciles. 
 Hay hombres de cincuenta años que realizan escaladas que no hubieran osado ni siquiera planear cuando estaban en la flor de la vida. ¿Es que se han vuelto más valientes? ¿Han adquirido con el tiempo astucias técnicas que antes desconocían? ¿Su capacidad acrobática ha aumentado gracias a algún nuevo truco? Nada de eso. El motivo ha de ser otro. 
 En alpinismo, como en tantos otros ámbitos, gran parte de la dificultad es puramente psicológica. Digamos que basta con considerar imposible una pared, para que esa pared se vuelva imposible. Muchas veces basta incluso con creer que uno puede pasar para, con ello, encontrar el paso.
 Palabras que me recuerdan que aún queda mucho por vivir y que me animan a no desperdiciar el tiempo que resta.

Dino Buzzati

 Tras la introducción, se suceden los capítulos: Hombres, donde Buzzati nos habla de Tita Piaz, el "rebelde" de los Dolomitas; del melancólico Emilio Comici, ese intelectual de la montaña que elevó la escalada a la categoría de arte; de Attilio Tissi; de Piero Ghiglione, por el que los años pasaban como un soplo de aire sobre el granito, o de Andrea Oggioni. Pioneros de lo "extremadamente difícil" a los que, ironías de la vida, la parca vino a sorprender en accidentes banales, gente que "de pared en pared entró a formar parte de los elegidos y se encontró entre los máximos exponentes del alpinismo mundial".

Tita Piaz
Emilio Comici

Attilio Tissi
Piero Ghiglione

Andrea Oggioni

 En Hazañas podemos leer sobre la ardua lucha por la conquista de la pared más complicada de los Dolomitas, la cara norte de la Cima Grande de Lavadero.
El cabeza de cordada ascendía milímetro a milímetro, apoyándose en los clavos con infinita cautela, como si fueran de cristal: no resultaban seguros y él, instintivamente, contenía la respiración con la ilusión de volverse así un poco más ligero.
 También de la pugna entre el inglés Edward Whymper y el italiano Jean Antoine Carrel, al que llamaban Il Bersaglierie, por alcanzar la cumbre del Cervino.

Edward Whymper

El Cervino o Matterhorn (4.478 m) en los Alpes

Jean-Antoine Carrel (a la iquierda) en 1865
Fotografía: De Agostini Picture Library

 Y de cuando se pisó la cúspide de la Tierra por primera vez, el Everest ya unido para siempre a las caras honestas del neozelandés Edmund Hillary y el nepalí Tenzing Norgay.
Era el último reducto de nuestra fantasía, la roca sobreviviente de lo desconocido, el fragmento residual de lo imposible que conservaba la Tierra. [...] ¿Y ahora? ¿Qué queda por hacer? ¿No parece que la Tierra se ha vuelto de repente más estrecha y ridícula? [...] Allí se había refugiado la poesía con los sueños, las esperanzas, las ilusiones, las bellísimas cosas inútiles y sin embargo indispensables para la vida. A partir del 29 de mayo pasado, la poesía se ha marchado también de allí. Ahora, ¿dónde iremos a buscarla?
 De Bonatti y Mauri conquistando el Gasherbrum IV, y de la tragedia que vivió el primero en el Mont Blanc.

Walter Bonatti (en primer término) en el Mont Blanc en 1955

 Las colaboraciones periodísticas del capítulo tres se centran por entero en la historia alpina del K2, haciendo especial hincapié en la expedición italiana de 1954 que fue la que logró cobrarse la presa.

 El cuarto capítulo, Cimas, nos habla de los Dolomitas, esa barrera de montañas que cierra al norte el país transalpino y que se puede distinguir "algunos días claros de otoño, incluso desde los tejados más altos de Venecia y sin necesidad de prismáticos". Ese perfil de cordillera por la que transitan estos días los esforzados ciclistas del Giro en pos de la maglia rosa, algo que me recuerda otro libro de crónicas de Buzzati editado también por Gallo Nero.

http://www.gallonero.es/el-giro-de-italia/

 Curiosa también la historia de la Croda Rossa di Sesto y la Piccola Tofana en cuyas cimas combatieron tropas del imperio austrohúngaro y del Reino de Italia durante la Primera Guerra Mundial.


 Las últimas páginas del libro recogen ocho relatos, escritos entre 1946 y 1966, de entre los que yo destacaría Noche de invierno en Filadelfia y Extraño caso en la montaña.

Dolomitas. Fotografía: Francesco Scatena

 El otro día, la televisión y la prensa se hicieron eco de la aparición de dos cuerpos congelados en las laderas del Shisha Pangma, en el Tíbet. Se trataba del montañero Alex Lowe y de su cámara y amigo David Bridges, estadounidenses que fueron barridos y sepultados por una avalancha cuando ascendían hacia la cumbre por la cara sur en 1999. La noticia, después de 16 años, servía para rescatar la memoria de uno de los mejores alpinistas de su generación, y también para descubrir una bonita historia de amor, pues el tercer montañero que iba con ellos aquel día y que sobrevivió milagrosamente, Conrad Anker, terminó casándose con la viuda (y madre de tres niños) de Lowe.

Alex Lowe y Conrad Anker (Fotografía: Chris Noble)

 Ha sido al leer en algún medio que piensan recuperar los cuerpos en verano, cuando me he acordado de uno de los artículos de Dino Buzzati y de que no había escrito ninguna reseña del libro. Así que hoy me preparé un Spritz y me puse a ello. Sobre lo de Lowe y Bridges no sé que decir. Me he preguntado dónde me gustaría reposar eternamente si fuese el susodicho y no he sabido darme respuestaHay una ley no escrita del alpinismo que dice que lo mejor es dejarlos descansar en paz en el hielo, y Buzzati en Digna sepultura viene a subrayar lo mismo:
"Para darles digna sepultura", se oye decir a menudo a propósito de los alpinos descubiertos en el Adamello, enterrados en el hielo, después de treinta y cinco años. Digna, ¿por qué? ¿Es indigna la que han tenido hasta el momento? 
 Qué mentalidad tan extraña. Apenas se conoció la noticia, el primer pensamiento -a juzgar por las crónicas- ha sido el de subir hasta allí, romper el maravilloso féretro, sacar los cuerpos intactos y llevarles a enterrar en el llano, para que acaben convertidos en gusanos, polvo y fealdad. [...] La montaña los ha conservado de maravilla, les ha procurado un sueño puro y silencioso en medio de la máxima serenidad y belleza que la mente humana pueda concebir. [...] Pero no. En lugar de pensar, si acaso, en reforzar la vítrea coraza que encerraba los cinco cuerpos, en preservarla del sol, garantizar su conservación... nosotros pensamos inmediatamente en profanarla, en extraer a aquellos cinco alpinos, sacarlos de su exilio sublime y traerlos junto a nosotros, en medio de la común miseria del polvo, de la tierra, de la brea y de la mugre.
 ¿No les resulta curioso que un artículo publicado en el Corriere de la Sera un 13 de agosto de 1952, pueda estar hoy día de plena actualidad? Es lo que tiene Dino Buzzati, cuya novela El desierto de los tártaros se sigue vendiendo a diario en todas las librerías.

Sello postal dedicado a Dino Buzzati

 Los no iniciados en el mundo de la escalada, deben saber, al comenzar el libro (no se explica hasta la página 207), que el grado sexto "significa que la subida es la más tremenda de todas, en el último confín de las posibilidades humanas". "Es también decir miedo, auténtico miedo, que también al corazón de los más fuertes desciende desde techos en extraplomo, un miedo mucho más grande cuanto más grande es el valor".

 En definitiva, Los indómitos de la montaña es un libro que gustará a aquellos que configuran la secta alpina, a esos que han hollado los Dolomitas y los Alpes, o sueñan con hacerlo. A esos que viven la montaña como el espectáculo más bello de la naturaleza. A esos que en la montaña se sienten como en casa. A esos que saben que a la montaña, como a los viajes, hay que enfrentarse solo.

¿Qué tal un Spritz con Los indómitos de la montaña?
Fotografía: Pedro Delgado

Nota: Todos los textos pertenecen a la primera edición de Los indómitos de la montaña, de Dino Buzzati, con traducción de Amelia Pérez de Villar.
http://www.gallonero.es/los-indomitos-de-la-montana/


2 comentarios:

  1. Excelente artículo, y ya que cita al autor y a la editorial, tendría que mencionar al traductor, que es el "autor" de todos esos párrafos que reproduce... https://www.facebook.com/acreditame/

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues tienes razón, pero la culpa fue del Spritz. Si curioseas en las otras entradas de crítica literaria (también en las del blog Calle 1), verás que siempre aparece el nombre del traductor. Mis disculpas a Amelia Pérez de Villar, y añado su nombre al post ahora.
      Un saludo desde Málaga.

      Eliminar